Anghara | страница 8



estuviera a buen recaudo en el puerto. Sí, sabía que eso significaba más trabajo y menos descanso para todos, pero si el tiempo cambiaba para dar paso a una tormenta como la que presentía en los huesos, todos le darían las gracias por su previsión. En esas latitudes las tormentas primaverales eran violentas y podían desatarse en cuestión de minutos: cuantos más miembros de la tripulación estuvieran despiertos y vigilantes en cada turno, y listos para enfrentarse al momento con lo que fuera que los elementos les lanzaran, mucho mejor.

Se realizó un precipitado reajuste de los turnos, e Índigo se encontró destinada a las guardias de la tarde y el amanecer mientras que Vinar iba a parar al turno de medianoche apodado, junto con varios otros epítetos más vulgares, el Festejo del Cadáver. Tras recibir órdenes de descansar mientras pudieran, la muchacha y los otros miembros de su guardia descendieron por la escalera de cámara hasta el dormitorio comunitario, situado en una de las cubiertas inferiores y compuesto por tres hileras de hamacas colgadas entre puntales de hierro, Índigo escogió una hamaca en la hilera inferior y se tumbó, mientras Grimya se enroscaba sobre una manta doblada. El dormitorio carecía de portillas y estaba iluminado tan sólo por un farol humeante que se columpiaba al compás del suave balanceo del barco y proyectaba sombras soporíferas. La mayoría de los marineros se durmieron enseguida; durante un buen rato Grimya permaneció en silencio, observando los dibujos proyectados por las sombras; luego levantó la cabeza

con cierta cautela e irguió una oreja.

«No duermes.» No era una pregunta sino una afirmación, y su voz mental tenía un tono de reproche.

Índigo suspiró y se removió en la hamaca.

«No; no duermo», transmitió a su vez.

«Deberías hacerlo. La próxima, guardia será agotadora, con tan sólo una pequeña pausa, y necesitas descansar.»

«Lo sé, cariño, lo sé. Pero...»

«Se trata de Vinar, ¿verdad?», la interrumpió Grimya. «Ha vuelto a trastornarte, y todavía no sabes qué hacer con respecto a él.»

«Exacto.» No tenía sentido negarlo, a pesar de que durante los últimos minutos había estado realizando un decidido esfuerzo por pensar en cualquier cosa menos en Vinar. «Está resultando tan difícil, Grimya. Es una persona amable, un buen hombre, y sé que me ama.» Calló un instante. «Cuando lleguemos a puerto, tendré que tomar una decisión. O bien lo miro a la cara y le digo que lo odio y desprecio, me molestan sus insinuaciones y no quiero volver a verlo jamás...»