Desde Mi Cielo | страница 14



ya debía de haber entregado su trabajo sobre Otelo.

Toda esa información se verificó.

La policía hizo llamadas. Yo observaba cómo se ampliaba el círculo. La señorita Dewitt tenía mi trabajo. Con el tiempo, se lo enviaría por correo a mis padres sin corregir. «He pensado que tal vez les gustaría guardarlo -había escrito en una nota-. Mi más sentido pésame.» Lindsey se quedó con él porque mi madre no se vio con fuerzas para leerlo. «El condenado al ostracismo: un hombre solo», lo había titulado. Lindsey había sugerido «El condenado al ostracismo» y yo había añadido la segunda parte. Mi hermana le había hecho tres agujeros y había guardado cada hoja escrita cuidadosamente a mano en un cuaderno vacío. Lo dejó en su armario debajo de su maleta de Barbie y la caja donde guardaba sus muñecos Ann y Andy Raggedy en perfecto estado, que yo tanto le había envidiado.

El detective Fenerman telefoneó a mis padres. Habían encontrado un libro de texto que podían haberme dado ese último día.

– Pero podría ser de cualquiera -dijo mi padre a mi madre al comienzo de otra agitada noche en vela-. O podría habérsele caído por el camino.

Aumentaban las pruebas, pero ellos se resistían a creer.

Dos días después, el 12 de diciembre, la policía encontró mis apuntes de la clase del señor Botte. Los animales se habían llevado la libreta de donde estuvo inicialmente enterrada: la tierra no coincidía con las muestras de los alrededores, pero habían encontrado el papel cuadriculado con las teorías garabateadas que yo no había entendido, pero aun así había copiado obedientemente, cuando un gato había derribado un nido de cuervo. Entremezclados con las hojas y las ramitas estaban los trozos de papel. La policía separó el papel cuadriculado junto con fragmentos de otra clase de papel, más fino y quebradizo, que no tenía rayas.

La niña que vivía en la casa del árbol reconoció parte de la letra. No era la mía, sino la del chico que estaba colado por mí, Ray Singh. En papel de arroz especial de su madre, me había escrito una nota de amor que yo nunca llegué a leer. Me la había metido en el cuaderno el miércoles, mientras estábamos en el laboratorio. Tenía una caligrafía elegante. Cuando llegaron los agentes, tuvieron que juntar los trozos de mi libreta de biología y los de la nota amorosa de Ray Singh.

– Ray no se encuentra bien -dijo su madre cuando un detective llamó a su casa y quiso hablar con él.

Pero a través de ella averiguaron lo que querían saber.