Anghara | страница 5
La joven había intentado, con toda dulzura, disuadirlo. Pero, además de ser un idealista y un romántico, Vinar era también un hombre muy tozudo y optimista. Aceptaba sus corteses negativas y no intentaba coaccionarla, pero las palabras de la muchacha se deslizaban sobre sus hombros como una ola que barriera la cubierta del barco; una molestia momentánea a la que no había que prestar demasiada atención. Un día ella cambiaría de idea. Lo creía tan firmemente y con tanta sencillez como creía en la poderosa Madre del Mar, y según lo veía él, todo lo que se necesitaba para ganarse a Índigo era mucha paciencia.
Para cualquier otra mujer que se encontrara en la situación de Índigo, lo que Vinar tenía que ofrecer habría sido difícil de rechazar. Era cariñoso, honrado, inteligente, leal y —una ventaja extra— incluso apuesto, muy alto, recio y con una espesa melena de cabellos rubios. Como marinero independiente ganaba mucho más que un marinero cualquiera; su nombre y reputación eran bien conocidos, y los capitanes inteligentes pagaban muy por encima de las tarifas habituales para tenerlo en sus viajes. Poseía casa propia en Scorva, con tierras de labranza suficientes para poder vivir desahogadamente cuando dejara la mar. Como esposo, proveedor y padre potencial de muchos hijos no se le podía objetar nada.
Y quería a la única mujer que no podía responder a todo lo que él tenía que dar, que era incapaz de hacerlo.
—Escucha. —La viva imaginación de Vinar empezaba a hacerse con el control, y él empezó a entusiasmarse con el tema—. Voy a hacerlo todo como es debido, igual que hacemos en Scorva. ¡Nada a escondidas, no yo! Hablaré con tu padre, abuelo, quien sea, y le pediré permiso. —Le dirigió una sonrisa de oreja a oreja—. Luego tú me das tu respuesta, ¿eh?
Era eso lo que él creía; ¿que lo rechazaba porque no tenía aún el permiso del cabeza de familia? Pese a su desconcierto, Índigo sonrió.
—No es así en las Islas Meridionales. A lo mejor Scorva es diferente, pero... en mi país una mujer elige por sí misma cuando llega a la mayoría de edad. O al menos...
La recorrió un estremecimiento y se mordió los labios. Había estado a punto de decir: «O al menos así era como se hacía». Pero no podía revelar ese secreto. A lo mejor las cosas habían cambiado en las Islas Meridionales. Vinar lo sabría mejor que ella, ya que había visitado su país muchas veces desde que había empezado a navegar, mientras que ella no había pisado aquella tierra tan entrañable desde hacía cincuenta años...