Anghara | страница 10
«Debería haberle contado algo más cercano a la verdad», dijo a la loba. «Habría sido tan sencillo decir: "Estoy comprometida a otro, Vinar, y cuando lleguemos a puerto él estará en el muelle para darme la bienvenida". Él habría aceptado esa, pero en lugar de ello inventé una mentira deliberada, sobre parientes y una pequeña granja. Mi intención era evitar que se volviera demasiado curioso o suspicaz, pero todo lo que he conseguido es una maraña de la que no puedo escapar sin herirlo.»
«Eso es cieno», asintió Grimya, «pero ¿cómo ibas a saberlo? Al principio Vinar sólo quería, ser tu amigo. ¿Cómo podías saber que te convertirías en mucho más para él?»
«No podía. Pero debiera haber sido más cuidadosa, y ahora es demasiado tarde.» Se removió de nuevo en la hamaca, inquieta y desgraciada. «Tendré que hacerlo, Grimya. Por cruel que resulte, tendré que volverme contra él y desdeñarlo. No existe otro modo... y con el tiempo me olvidará, aunque jamás me perdone.»
Grimya no estaba tan convencida. Poseía la habilidad de ver un poco más allá en las mentes de los otros que su amiga humana y había visto hasta dónde llegaba la dedicación de Vinar por Índigo. A lo mejor olvidaría... pero ella sospechaba que no sería así. Y, aunque nada la habría inducido a decirlo, estaba segura de que se necesitarían más que palabras, por muy duras y definitivas que fueran, para convencer al scorvio de que no tenía un lugar en la vida de Índigo.
Volvió a proferir un débil gruñido y apoyó el hocico sobre las extendidas patas delanteras.
«A lo mejor no será tan duro como temes», dijo en tono alentador. «A lo mejor encontraremos la forma de hacer lo que debe hacerse sin herir a nadie. Pero, sea como sea, no creo que te vaya a ayudar el darle vueltas ahora. Vinar y el capitán Brek tienen razón: el tiempo está cambiando. Lo huelo, y no me gusta la sensación que produce en mis huesos. Intenta dormir, Índigo. Por favor, inténtalo mientras puedes.» Su nariz se estremeció inquieta. «Quizás es nuestra última oportunidad antes de que nos encontremos con problemas.»
Índigo consiguió dormir por fin, aunque fue un sueño ligero e inquieto, hasta que el estruendo de la campana que anunciaba el cambio de turno la despertó con un sobresalto. Mientras abandonaba la hamaca con ojos empañados aún por el sueño, tuvo por un insensato momento la sensación de que la cubierta inferior estaba en llamas, ya que el dormitorio era un caos de haces de luz y de sombras, y figuras imprecisas se movían a su alrededor en aparente confusión. Pero a medida que su visión se aclaraba comprendió que los bamboleantes haces de luz los creaba el farol que se balanceaba violentamente en su gancho, y que las figuras que saltaban no eran más que el resto de la tripulación, despierta ya y amontonándose en dirección al pasillo y a la escalera de cámara situada algo más allá. La cubierta oscilaba bajo sus pies como un borracho mientras el