Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 59
–Sancho, ¿qué te parece lo mal que me tratan los encantadores? Mira hasta dónde llegan su maldad y su odio, que no me han querido dar la alegría de ver a mi señora tal como es. Además, Sancho, estos traidores la han transformado en una figura tan mezquina y tan fea como la de aquella aldeana, y le han quitado lo que más distingue a las principales señoras, que es el buen olor a flores y perfumes, pues cuando ayudé a levantar a Dulcinea me vino un fuerte olor a ajos.
Finalmente volvieron a subir en sus cabalgaduras y siguieron el camino en dirección a Zaragoza.
Capítulo VI
La aventura del Caballero del Bosque
Después de comer algo de lo que traían en las alforjas, sentados bajo unos árboles, a Sancho le entró sueño y se echó a dormir tras alimentar a su asno con abundante hierba. No le quitó la silla a Rocinante por deseo de su señor, porque era costumbre de los caballeros andantes no desensillar mientras no durmieran bajo techo.
Sancho, finalmente, se quedó dormido junto a un árbol, y don Quijote durmiendo a ratos al pie de otro. Pero poco duró el descanso, porque lo despertó un ruido que oyó a sus espaldas. Se puso a mirar y a escuchar para saber de dónde venía el ruido y entonces vio que eran dos hombres a caballo:
–Apéate, amigo ―le decía uno al otro―; que, a mi parecer, en este sitio abunda la hierba y percibo la soledad y el silencio que necesitan mis amorosos pensamientos.
Al sentarse en el suelo, don Quijote oyó ruido de armas, por lo que pensó que debía de ser un caballero andante. Se acercó a Sancho, que estaba durmiendo, y le dijo en voz baja:
–Hermano Sancho, aventura tenemos.
–Dios nos la dé buena ―respondió Sancho―. ¿Dónde está, señor mío, esa señora aventura?
–¿Dónde, Sancho? Vuelve los ojos y verás allí a un caballero andante tumbado en el suelo. No parece estar muy alegre, porque lo vi arrojarse del caballo con desilusión. Pero escucha, que parece que va a decir algo.
–¡Oh, la más hermosa e ingrata mujer del mundo! ―exclamó―. ¿Cómo es posible, bellísima Casildea de Vandalia, que dejes que este cautivo caballero se canse en continuas idas y venidas y en difíciles y duros trabajos? ¿No basta con haber obligado a confesar que eres la más hermosa del mundo a todos los caballeros de Navarra, a todos los leoneses, a todos los castellanos y, finalmente, a todos los caballeros de la Mancha?
–Eso no ―dijo en ese momento don Quijote―; que yo soy de la Mancha y nunca he confesado eso, ni podía ni debía confesar algo tan perjudicial a la belleza de mi señora. Ya ves Sancho, que este caballero dice locuras. Sigamos escuchando.