Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 58
Dicho esto, se adelantó Sancho a recibir a las tres aldeanas, agarró una de las yeguas y de rodillas en el suelo dijo:
–Reina y princesa y duquesa de la hermosura, ojalá vuestra grandeza quiera recibir al cautivo caballero vuestro, que allí está convertido en piedra mármol, todo emocionado de verse ante vuestra magnífica presencia. Yo soy Sancho Panza, su escudero, y él es el andante caballero don Quijote de la Mancha, llamado también el Caballero de la Triste Figura.
Don Quijote ya se había puesto también de rodillas junto a Sancho y miraba con ojos bien abiertos a la que Sancho llamaba reina y señora; y como sólo veía una moza aldeana, de cara redonda y nariz chata, se quedó admirado y no se atrevió a decir palabra. Las labradoras estaban también sorprendidas, viendo a esos dos hombres tan diferentes, ahí de rodillas, que no dejaban pasar a su compañera. Por fin, la moza de la yegua dijo:
–Apártense en mala hora del camino y dejen pasar, que tenemos prisa.
–¡Oh, princesa del Toboso! ―exclamó Sancho―. ¿Cómo vuestro corazón no se conmueve viendo arrodillado vos a la flor de la caballería andante?
–¡Mirad! ―dijo una de ellas― con qué vienen los señoritos a hacer burla de las aldeanas, como si aquí no supiéramos decir cosas igual de graciosas! Sigan su camino y déjennos continuar el nuestro, que será lo mejor.
–Levántate, Sancho ―dijo don Quijote―, que ya veo que la fortuna se ha adueñado de todos los caminos por donde puede venirme algún contento. Y tú, ¡único remedio de mi apenado corazón que te adora!, ya que el malvado encantador me persigue y ha puesto nubes en mis ojos, para que vea transformados tu hermosura y rostro en los de una labradora pobre, no dejes de mirarme amorosamente viendo cómo mi alma te adora.
–¡Anda, mi abuelo! ―respondió la aldeana―. ¡Amiguita soy yo de oír piropos! Apártense y déjennos ir, y se lo agradeceremos.
Sancho se apartó contentísimo de ver lo bien que había salido su plan. Pero apenas echó a andar el borrico de la fingida Dulcinea, comenzó a dar saltos y dio con la señora Dulcinea en tierra. Don Quijote acudió a levantarla y cuando quiso ayudar a su señora encantada a montar en el borrico, ella sola dio un salto y se subió al animal.
–¡Vive Dios ―exclamó entonces Sancho―, que nuestra señora es más ligera que un ave y puede enseñar a subir a caballo al más diestro[151] caballe experto.
Don Quijote se volvió a Sancho y le dijo: