Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 57
Tras pensar esto, se quedó tranquilo y decidió permanecer allí hasta la tarde, para dar tiempo a que don Quijote pensara que había ido y vuelto del Toboso. Cuando estaba a punto de subir al asno, vio que venían tres labradoras sobre tres borricos. Sancho, a toda prisa, volvió a buscar a su señor don Quijote, quien al verlo le dijo:
–¿Qué hay, Sancho amigo? ¿Traes buenas noticias?
–Tan buenas ―respondió Sancho― que sólo tiene que salir del bosque a ver a la señora Dulcinea del Toboso, que con otras dos doncellas suyas viene a ver a vuestra merced.
–¡Santo Dios! ¿Qué es lo que dices, Sancho? ―dijo don Quijote―. No me engañes ni quieras alegrar con falsas alegrías mis verdaderas tristezas.
–¿Qué obtendría yo engañando a vuestra merced? Venga, señor, y verá a la princesa, nuestra ama, vestida y adornada como se merece. Sus doncellas y ella van cubiertas de perlas y diamantes; los cabellos son como rayos del sol; y, sobre todo, vienen a caballo, tan hermosas que no se puede desear más, especialmente la princesa Dulcinea, mi señora.
–Vamos, Sancho ―dijo don Quijote―; en recompensa de estas buenas noticias te prometo el mejor premio que gane en la primera aventura; si no estás contento con esto, te mando las crías que este año me darán mis tres yeguas[149].
–Me quedo con las crías ―respondió Sancho― porque lo del premio no es muy seguro.
Al poco rato, descubrieron a las tres aldeanas. Don Quijote miró hacia el camino del Toboso y, como sólo vio a las tres labradoras, preguntó a Sancho si había dejado a Dulcinea y sus doncellas fuera de la ciudad.
–¿Fuera de la ciudad? ―respondió―. ¿Dónde tiene los ojos que no ve que son aquellas que aquí vienen, resplandecientes como el sol?
–Yo sólo veo a tres labradoras sobre tres borricos ―dijo don Quijote.
–¡Líbreme Dios del diablo! ―respondió Sancho―. ¿Es posible que tres yeguas blancas como la nieve le parezcan borricos?
–Pues yo te digo, Sancho, que es tan verdad que son borricos o borricas como yo soy don Quijote y tú Sancho Panza.
–Calle, señor ―dijo Sancho―, no diga eso. Abra los ojos y venga a hacer reverencia