Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 56
–Pues entre esas ―dijo don Quijote― debe de estar esta por quien pregunto.
–Podría ser ―respondió el mozo―. Y ahora adiós, que ya amanece.
Sancho vio preocupado a su señor y le dijo:
–Señor, ya está amaneciendo y no será bueno que nos encuentren en la calle; será mejor que salgamos de la ciudad y que vuestra merced se oculte en un bosque mientras yo busco en todo este lugar la casa o palacio de mi señora. Cuando la halle, le comunicaré dónde se encuentra vuestra merced y le diré que la quiere ver.
–Has hablado bien, Sancho ―dijo don Quijote―; el consejo que me das lo recibo de buena gana. Ven y vamos al bosque, y luego tú irás a buscar a mi señora.
Sancho estaba deseando sacar a su amo del pueblo, para que no averiguara la mentira que le contó entonces, cuando don Quijote estaba en Sierra Morena. A unas dos millas[145] del lugar hallaron un bosquecillo, donde don Quijote se quedó mientras Sancho volvía a la ciudad a hablar con Dulcinea.
Capítulo VI
El encantamiento de la señora Dulcinea
Don Quijote mandó a Sancho a la ciudad y le encargó que no volviera a su presencia sin haber hablado con su señora. Debía pedirle que dejara que su cautivo caballero la visitara para que ella le diera su bendición, el fin de realizar con fortuna sus dificultosas misiones.
–Anda, hijo ―dijo don Quijote―, y no te ciegues cuando estés ante la luz del sol de su hermosura. ¡Dichoso tú sobre todos los escuderos del mundo! Ten memoria y fíjate en cómo te recibe; si cambia de color cuando le das mi mensaje; si se sorprende al oír mi nombre. Mira bien todo lo que hace: si se arregla el cabello con la mano, si te repite la respuesta dos o tres veces… De todo esto deduciré yo lo que ella esconde en su corazón sobre mis amores, porque has de saber, Sancho, que lo que pasa en el interior del alma de los amantes se ve por las acciones y movimientos exteriores.
–Iré y volveré pronto ―dijo Sancho―. Y recuerde que donde menos se piensa salta la liebre[146]; lo digo porque si anoche no hallamos el palacio, ahora de día lo pienso hallar cuando menos lo piense.
Apenas salió del bosque, se apeó del asno y sentado al pie de un árbol se puso a pensar y hablar consigo mismo:
«―Sepamos ahora, Sancho, adonde vas. ¿Qué vas a buscar? ―Voy a buscar a una princesa. ―¿Y sabéis su casa, Sancho? ―Mi amo dice que ha de ser un palacio. ―¿Y la habéis visto alguna vez? ―Ni yo ni mi amo la hemos visto jamás. Así que buscar a Dulcinea en el Toboso es como buscar una aguja en un pajar