Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 55
–Entonces, guíe vuestra merced ―dijo Sancho―; que cuando lo vea con mis ojos y lo toque con mis manos, lo creeré.
Guió don Quijote y tras avanzar unos doscientos pasos, llegó hasta el bulto y vio una gran torre, y entonces se dio cuenta de que el edificio no era un palacio, sino la iglesia del pueblo.
–¡Con la iglesia hemos dado, Sancho! ―exclamó don Quijote.
–Ya lo creo ―respondió Sancho―. Y quiera Dios que no demos con nuestra sepultura, porque no es buena señal andar por los cementerios a estas horas, y más habiendo yo dicho que la casa de esta señora ha de estar en una callejuela sin salida.
–¡Maldito seas, bobo! ―dijo don Quijote―. ¿En dónde has visto tú que construyan los palacios en callejuelas sin salida?
–Señor ―respondió Sancho―, en cada tierra tienen sus costumbres, quizá en el Toboso suelan edificar los palacios en callejuelas. Déjeme vuestra merced buscar por estas calles, porque tal vez encuentre ese palacio en algún rincón.
–Habla con respeto, Sancho, de las cosas de mi señora ―dijo don Quijote― y tengamos la fiesta en paz[143].
–Está bien ―respondió Sancho―; pero ¿cómo quiere que halle la casa cuando la he visto una sola vez, si no la halla vuestra merced que la debe de haber visto millares de veces?
–Me desesperas, Sancho ―dijo don Quijote―. Ven acá, hereje, ¿no te he dicho mil veces que jamás he visto a la sin par Dulcinea, que jamás entré en su palacio y que sólo estoy enamorado de oídas por su gran fama de hermosa y discreta?
–Ahora lo oigo ―respondió Sancho―. Y digo que si vuestra merced no la ha visto, yo tampoco.
–Eso no puede ser ―dijo don Quijote―. Me dijiste que la habías visto limpiando trigo, cuando me trajiste la respuesta de la carta que le envié contigo.
–No haga casa de eso, señor ―respondió Sancho―; porque ahora le digo que también la vi de oídas y de oídas le respondí.
–Sancho, Sancho ―respondió don Quijote―, tiempo hay para las burlas pero no es ahora el momento. Porque yo diga que no la he visto nunca, no has de decir tú lo mismo, siendo al revés, como bien sabes.
Estando los dos en esta conversación, vieron venir a un labrador que había madrugado para ir a trabajar al campo. Don Quijote le preguntó:
–¿Me sabéis decir, buen amigo, dónde está por aquí el palacio de la princesa Dulcinea del Toboso?
–Señor ―respondió el mozo―, yo soy forastero[144] y hace poco que estoy en este pueblo. Ahí vive el cura, que conocerá a esa princesa, porque tiene la lista de todos los vecinos; aunque yo creo que aquí no vive princesa alguna, pero sí señoras principales y seguro que cada una en su casa será considerada princesa.