Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 52
–¿Y qué dice Teresa? ―preguntó don Quijote.
–Teresa dice ―respondió Sancho― que más vale pájaro en mano que ciento volando[137], y quiero decir con eso que vuestra merced me dé un salario cada mes durante el tiempo que le sirva, y que ese salario me lo pague de su hacienda, porque los favores llegan tarde o no llegan. En fin, yo quiero saber lo que voy a ganar, poco o mucho; mientras se gana algo no se pierde nada. Aunque si vuestra merced me diera la ínsula, lo cual dudo, descontaría de mi salario las ganancias de la ínsula.
–Bien te entiendo ―dijo don Quijote― y sé lo que pretendes. Mira, Sancho, yo te daría un salario si hubiera encontrado en los libros de caballería algún ejemplo de lo que solían ganar los escuderos. No recuerdo haber leído que los caballeros pagaran salario; solo sé que todos los escuderos servían a sus señores y que, cuando la suerte les era favorable, eran premiados con una ínsula. Si con estas esperanzas queréis volver a servirme, hazlo en buena hora. Así que, Sancho mío, volveos a vuestra casa y contadle a vuestra Teresa mi intención; y si los dos estáis conformes, bienvenido seas, y si no, tan amigos como antes. Pero mirad que más vale buena esperanza que ruin[138] posesión, y digo esto para que veas que yo también sé refranes. Finalmente, te digo que no me faltarán escuderos más obedientes y menos habladores.
Cuando Sancho oyó esto, se desanimó porque esperaba que su señor no se iría sin él por todos los salarios del mundo. Esto pensaba Sancho cuando entró Sansón Carrasco, acompañado del ama y la sobrina, deseosas de oír con qué razones convencía a su señor de que no volviera a buscar aventuras.
Sansón abrazó a don Quijote y le dijo:
–¡Oh, flor de la andante caballería! ¡Oh, luz resplandeciente de las armas! Quiera Dios que ninguna persona impida esta tercera salida. Y vos, señora ama, no recéis más, pues yo sé que es firme la decisión del señor don Quijote de volver a sus aventuras, porque ya es tiempo de atender a los huérfanos y reparar la honra de las doncellas. Así que, señor don Quijote, salga ya, antes hoy que mañana; y si falta alguna cosa, aquí estoy yo para proporcionársela; y si es necesario, le serviré como escudero.
Al oír esto, dijo don Quijote a Sancho:
–¿No te dije yo, Sancho, que me sobrarían escuderos? Mira quién se ofrece a serlo, el magnífico bachiller Sansón Carrasco. Pero no puedo apartarle de su dedicación a las letras y a las artes. Quédese Sansón en su patria, que yo me contentaré cualquier escudero, ya que Sancho no quiere venir conmigo.