Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 50
–Así es ―dijo Sancho―, porque yo tengo salud suficiente para gobernar reinos e ínsulas.
–Mirad, Sancho ―dijo Sansón―, que podría ser que una vez hecho gobernador no os acordéis ni de la madre que os parió.
–Eso no les pasa ―respondió Sancho― a los cristianos viejos[135] como yo, que saben ser agradecidos.
Quedaron en que saldrían dentro de ocho días. Don Quijote pidió al bachiller que mantuviera en secreto su salida, especialmente al cura, al barbero, a su sobrina y al ama, para que no intentaran impedírselo. Carrasco se lo prometió y se despidió de don Quijote rogándole que le avisara de todo lo que le ocurriera.
Capítulo III
La graciosa charla entre Sancho y su mujer
Llegó Sancho a su casa tan contento que su mujer le preguntó:
–¿Qué os pasa, Sancho, que venís tan alegre?
–Mujer mía ―respondió―, mucho me alegraría de no estar tan contento.
–No os entiendo, marido ―dijo ella―, y no sé que queréis decir con eso de que no queréis estar contento, pues es algo que todo el mundo desea.
–Mirad, Teresa ―respondió Sancho―, yo estoy alegre porque he decidido volver a servir a mi amo don Quijote y salir por tercera vez a buscar aventuras, pero me entristece tener que separarme de ti y de mis hijos; por eso digo que mi alegría de irme se mezcla con la tristeza de dejarte.
–Mirad, Sancho ―contestó Teresa―, desde que sois escudero de un caballero andante, habláis con una manera tan rara, que no hay quien os entienda.
–Basta con que me entienda Dios ―respondió Sancho―, que él es el que entiende todas las cosas. Ahora, en estos tres días, cuidad bien al asno para que esté preparado, porque no vamos de boda, sino a dar la vuelta al mundo y a enfrentarnos con gigantes, y lo peor es que tendremos que luchar con yangüeses y moros hechizados.
–Bien creo yo, marido ―dijo Teresa―, que los escuderos andantes no comen el pan gratis; así que rogaré a Nuestro Señor que os saque pronto de todo esto.
–Yo os digo, mujer ―respondió Sancho―, que me quedaría aquí si no creyera que pronto conseguiré el gobierno de una ínsula.
–Está bien, marido mío ―dijo Teresa―. Pero si por casualidad conseguís un gobierno, no os olvidéis de mí y de vuestros hijos. Mirad que Sanchico tiene ya quince años y debe ir a la escuela; y Mari Sancha desea tanto tener marido como vos ser gobernador, pues es mejor tener una hija mal casada que amancebada[136].
–Seguro que si logro un gobierno ―respondió Sancho―, a Mari Sancha la casaré con un noble hidalgo y la tendrán que llamar señora.