Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 45
–¿Hay algo mejor que mandar que se junten en la Corte todos los caballeros andantes que hay por España? Pues aunque solo viniese media docena, bastaría para destruir al Turco[127]. ¿No es verdad que un solo caballero andante puede vencer a un ejército de doscientos mil hombres? ¿Cuántas historias están llenas de estas maravillas? Si hoy viviera algún descendiente de Amadís de Gaula y se enfrentara con el Turco, seguro que lo vencería. Pero Dios protegerá a su pueblo y mandará a alguno tan valiente como los antiguos caballeros andantes. Y no digo más.
–¡Ay! ―dijo la sobrina―. ¡Que me maten si no quiere mi señor volver a ser caballero andante!
A lo que respondió don Quijote:
–Caballero andante he de morir, y venga el Turco cuando quiera.
–Yo apenas he hablado ―dijo el cura― y no quisiera quedarme con una duda. Y es que no sé si todos los caballeros andantes que vuestra merced dice han sido verdaderamente personas de carne y hueso; pues yo más bien creo que todo es cuento y mentira, sueños contados por hombres despiertos, o más bien medio dormidos.
–Es un error ―respondió don Quijote― no creer que haya habido tales caballeros, porque es tan cierto que estoy por decir que con mis propios ojos vi a Amadís de Gaula, un hombre alto de cuerpo, blanco de rostro, de buena barba y de buen carácter. Y así como he descrito a Amadís pudiera describir a todos los demás, pues por sus hazañas se puede conocer qué aspecto físico tenían.
–¿Cómo de grande le parece a vuestra merced que debía de ser el gigante Morgante? ―preguntó el barbero.
–En esto de gigantes ―respondió don Quijote― hay diferentes opiniones. Hay quien piensa que ha habido y quien cree que no; aunque hay algunas noticias de ellos, como aquel Goliat de la Santa Escritura. Pero no sé decir exactamente qué tamaño tendría Morgante, aunque si dormía bajo techo no debía de ser muy grande.
Mientras don Quijote, el barbero y el cura hablaban de caballeros y gigantes, se oyeron en el patio muchas voces. Acudieron todos y vieron que eran la sobrina y el ama, que discutían con Sancho Panza.
–¿Qué quiere este ignorante en esta casa? ―decía el ama―. Id a la vuestra, hermano, que vos sois quien distrae a mi señor y lo lleva por esos malos caminos.
–Ama de Satanás ―dijo Sancho―, él me llevó por esos mundos y me sacó de mi casa con engaños, prometiéndome una ínsula que aún estoy esperando.
–Malas te ahoguen ―respondió la sobrina―. Y ¿qué son ínsulas? ¿Es alguna cosa de comer, comilón?