Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 40



–Ella no me preguntó nada ―dijo Sancho―, pero yo le dije cómo vuestra merced estaba haciendo penitencia, desnudo, durmiendo en el suelo, sin comer, llorando, y todo por servirla ella.

–Es verdad ―dijo don Quijote― que todo hago por amor de tan alta señora como Dulcinea.

–Tan alta es ―respondió Sancho― que me lleva a mí más de un palmo[115].

–¿Te has medido con ella? ―preguntó don Quijote.

–Pues es que me acerqué a ella para ayudarla a echar un saco de trigo sobre un asno y vi que me llevaba más de un palmo, como he dicho a vuestra merced.

–Cuando llegaste junto a ella, ¿no sentiste un olor a delicioso perfume?

–Lo que sé decir ―dijo Sancho― es que sentí un olorcillo algo hombruno[116]; debía de ser que estaba sudada y algo húmeda.

–No sería eso ―dijo don Quijote―, sino que tú debías de estar algo resfriado y te fallaba el olfato, o te debiste oler a ti mismo; porque yo sé bien a lo que huele aquella rosa del campo.

–Todo puede ser ―respondió Sancho―, porque muchas veces sale de mí aquel olor que entonces me pareció que salía de la señora Dulcinea.

–Y bien ―continuó don Quijote―, después de limpiar el trigo, ¿qué hizo cuando leyó la carta?

–La carta ―dijo Sancho― no la leyó, porque dijo que no sabía leer; entonces la rompió diciendo que no quería que la leyera nadie, para que no se enteraran de sus secretos, y que bastaba lo que yo le había dicho de palabra acerca del amor que vuestra merced le tiene y de la penitencia que por su causa está haciendo. Me dijo, finalmente, que dejara vuestra merced estos matorrales y se pusiera camino del Toboso, porque tenía gran deseo de verle.

–Y ¿qué te parece, amigo Sancho, que debo hacer ahora? ―preguntó don Quijote―; porque aunque estoy obligado a ir al Toboso, veo también la necesidad de cumplir con lo prometido a la princesa.

–Eso está claro ―respondió Sancho―. Deje ahora de ir a ver a la señora Dulcinea y vayase a matar al gigante, y terminemos este negocio que ha de ser de gran beneficio.

–Te digo, Sancho ―dijo don Quijote―, que estás en lo cierto y seguiré tu consejo de ir primero con la princesa y luego a ver a Dulcinea.

Capítulo XXIII

La batalla con los cueros de vino y el regreso a la aldea

[117]

En esta conversación andaban, cuando llegaron a la venta. La ventera, el ventero, su hija y Maritornes, cuando vieron a don Quijote y Sancho, salieron a recibirlos con mucha alegría. Don Quijote pidió que le prepararan un lecho para descansar, pero que fuera mejor que el que le ofrecieron la última vez. La ventera le dijo que, si lo pagaba mejor que la otra vez, ella se lo daría de príncipes. Don Quijote dijo que así lo haría. Le prepararon la cama y se acostó, porque estaba cansado.