Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 38
–Yo os lo concedo ―dijo don Quijote― si no va contra mi rey, o mi patria, o contra aquella que tiene la llave de mi corazón.
–No será en perjuicio de nadie ―contestó la doncella.
Sancho se acercó a don Quijote y le dijo:
–Bien puede vuestra merced concederle el favor que os pide: sólo se trata de matar a un gigante, y quien lo pide es la princesa Micomicona.
–Sea quien sea ―respondió don Quijote―, yo haré lo que debo hacer como caballero andante.
Y volviéndose a la doncella, dijo:
–Levántese vuestra hermosura, que yo os concedo el favor que me pedís.
–Os pido ―dijo la doncella― que se venga conmigo y me prometa no entrar en otra aventura hasta vengarse de un traidor que me ha quitado mi reino.
–Os lo concedo, señora ―respondió don Quijote―; así que ya podéis dejar la pena que os duele; que, con la ayuda de Dios y la de mi brazo, os veréis pronto en vuestro reino. Vámonos ya, que dicen que en la tardanza suele estar el peligro.
Mientras tanto, el cura, que estaba oculto entre unos matorrales, salió al camino y se puso a mirar muy despacio a don Quijote, disimulando que lo iba reconociendo. Luego se fue hacia él diciendo a grandes voces:
–¡Qué alegría ver de nuevo al famoso don Quijote de la Mancha, el mejor caballero andante!
Don Quijote, sorprendido de lo que oía, miró con atención a aquel hombre y, al fin, lo conoció y se asustó de verlo allí. Para tranquilizarle, el cura fingió que él iba de camino a Sevilla con su escudero, que era en realidad el barbero, pero que unos desconocidos les habían robado una de las mulas y por eso se encontraba él a pie en el camino.
Subió entonces el cura en la mula del barbero, don Quijote en su caballo y Dorotea en la otra mula y, antes de ponerse en marcha, don Quijote dijo a la dama:
–Que sea vuestra grandeza, señora mía, la que guíe por donde desee.
Antes de que ella respondiera, dijo el cura:
–¿Hacia qué reino quiere guiarnos? ¿Es, por ventura, hacia el de Micomicón?
–Sí, señor; hacia ese reino es mi camino ―dijo ella para continuar el engaño.
–Si así es ―dijo el cura―, por mi pueblo hemos de pasar, y de allí irá vuestra merced hacia Cartagena[112], donde se podrá embarcar con buena ventura.
Capítulo XXII
Don Quijote quiere saber la respuesta de Dulcinea a su carta
Mientras caminaban, Dorotea contó a don Quijote la imaginada historia de su reino y las desgracias que le trajo el famoso gigante. Relató también cómo su padre le había descrito al caballero que debía remediar sus males. Dijo que había de ser un caballero alto de cuerpo, delgado de cara, y que en el hombro derecho había de tener un lunar