Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 37



Pero su sorpresa fue grande cuando vieron a una mujer joven que lloraba por las mismas razones que Cardenio. Por las cosas que la muchacha contaba, Cardenio la reconoció y le dijo:

–En fin, señora, que tú eres la hermosa Dorotea, la hija del rico Clenardo.

–Y ¿quién sois vos?, ¿por qué sabéis mi nombre? ―preguntó Dorotea.

–Yo soy ―respondió Cardenio― el desdichado que no pudo obtener el amor de Luscinda, quien prefirió a vuestro amado. Así, vuestra desgracia también es la mía.

No le dio tiempo a decir más a Cardenio, porque oyeron las voces de Sancho Panza, que apareció por entre las rocas contando que había encontrado a don Quijote desnudo, flaco y muerto de hambre, suspirando por su señora Dulcinea. Que cuando le dijo que Dulcinea lo esperaba en Toboso, respondió que no iría hasta que hubiera realizado hazañas que le hicieran merecedor de sus amores. Y que si todo seguía así, corría el peligro de no llegar a ser emperador, ni aun arzobispo, que era lo menos que podía ser.

El cura trató de calmarle diciéndole que lo sacarían de allí. Contó luego a Cardenio y Dorotea lo que tenían pensado hacer con don Quijote. Dorotea dijo que ella haría de doncella mejor que el barbero, y que además tenía allí vestidos para representar lo que querían; que había leído muchos libros de caballerías y sabía bien cómo eran las doncellas desgraciadas cuando pedían favores a los caballeros andantes.

–Pues no hace falta más ―dijo el cura―; sin duda, la buena suerte está de nuestra parte.

Dorotea se vistió con toda elegancia y a todos les agradaron su gracia y su hermosura. Pero el que más se admiró fue Sancho Panza, pues en lodos los días de su vida jamás había visto tan hermosa criatura; así que preguntó al cura quién era aquella señora.

–Esta hermosa señora ―respondió el cura― es la heredera del gran reino de Micomicón. Ella viene en busca de vuestro amo a pedirle un favor: deshacer un agravio cometido por un mal gigante.

Dorotea subió sobre la mula del cura y Sancho los guió a donde estaba don Quijote.

Media legua habían andado cuando descubrieron a don Quijote entre unas rocas. Nada más llegar a él, Dorotea se puso de rodillas diciendo:

–De aquí no me levantaré, valeroso y esforzado caballero, hasta que vuestra bondad no me conceda un favor, que dará fama a vuestra persona y será en beneficio de la más desconsolada y agraviada doncella. Y si el valor de vuestro brazo corresponde a vuestra inmortal fama, estáis obligado a ayudar a la que viene de tan lejanas tierras.