Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 36
–¿Qué me ha de suceder? Que he perdido la curta. Pero esto no es todo el mal, porque he perdido también un papel en el que mi amo mandaba a su sobrina que me regalara tres borricos[111].
El cura lo animó diciéndole que, cuando encontraran a don Quijote, él le haría repetir la promesa. El barbero le preguntó si se sabía de memoria el contenido de la carta para volver a escribirla. Sancho empezó a rascarse la cabeza queriendo recordar, y dijo:
–Por Dios, señor cura, que los diablos se lleven lo que recuerdo; aunque en el principio decía: «Alta y sobajada señora…».
–No diría sobajada ―dijo el barbero―, sino sobrehumana o soberana señora.
–Así es ―dijo Sancho―. Luego, si mal no recuerdo, decía: «El herido besa a vuestra merced las manos, ingrata y muy desconocida hermosa», y no sé qué decía de salud y de enfermedad que le enviaba, y así seguía toda la carta hasta que acababa en «Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura».
Contó luego Sancho que su señor pensaba ponerse en camino para ser emperador o, por lo menos, rey, si las noticias de Dulcinea eran buenas. Y que a él lo casaría, porque ya sería viudo, con una doncella de la Corte, heredera de un importante reino, nada de ínsulos ni ínsulas, que ya no las quería.
El cura y el barbero pensaban qué grande era la locura de don Quijote, que había conseguido enloquecer a aquel pobre hombre.
El cura, finalmente, dijo:
–Lo más importante ahora es estudiar la forma de sacar a vuestro amo de aquella inútil penitencia.
Cuando salieron, el cura propuso que él se disfrazaría de doncella andante y el barbero se vestiría de escudero, y así irían a donde estaba don Quijote fingiendo ser una doncella triste y apenada. Entonces «ella» le pediría que la acompañara para deshacer y vengar los agravios recibidos. De esta manera, lo llevarían a su casa para ver si tenía remedio su locura.
Capítulo XXI
El cura y el barbero van en busca de don Quijote
Se pusieron, pues, en camino y cuando ya habían andado gran parte del trayecto y estaban cerca del lugar, Sancho les dijo que lo mejor sería que fuera él delante a buscar a su amo y darle la respuesta de su señora, porque eso bastaría para sacarle de la locura en que estaba.
Mientras el cura y el barbero descansaban en un rincón del bosque, oyeron unos tristes lamentos y sollozos que salían de detrás de unas rocas. Se acercaron y descubrieron a un joven, que dijo llamarse Cardenio, que no paraba de suspirar y quejarse porque había sido engañado por su amada. El cura y el barbero le escucharon y prometieron ayudarle.