Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 35
―Por la vida de mi padre ―dijo Sancho al oír la carta―, que es la cosa más bella que jamás he oído. Digo de verdad que es vuestra merced el mismo diablo, y que no hay cosa que no sepa.
–Todo es necesario ―respondió don Quijote― para el oficio que tengo.
Mientras Sancho ensillaba a Rocinante, dijo don Quijote:
–Antes de que te vayas quiero que me veas en cueros[110]; y deseo hacer una o dos docenas de locuras, para que las veas con tus ojos y las puedas contar.
–Por amor de Dios, señor mío, no quiero ver a vuestra merced desnudo, porque me dará mucha lástima y me pondré a llorar. Pero ya que lo dice, mejor será que vea alguna de esas locuras.
Don Quijote se bajó a toda prisa los calzones y se quedó en ropa interior. Luego dio dos saltos en el aire y se puso cabeza abajo con los pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, Sancho dio media vuelta a Rocinante con la seguridad de poder jurar que su amo estaba loco.
Capítulo XX
Sancho marcha a llevar la carta
Sancho dejó a su amo y se fue camino del Toboso. Al día siguiente llegó a la venta donde le había sucedido la desgracia de la manta, y no quiso entrar, aunque era la hora de comer y tenía ganas de tomar algo caliente. En esto, salieron de la venta dos personas que lo conocieron. Uno de ellos dijo:
–Dígame, señor cura, aquel del caballo, ¿no es Sancho Panza, el escudero de nuestro aventurero?
–Sí es ―dijo el cura―, y aquel es el caballo de don Quijote.
Lo conocieron porque eran el cura y el barbero de su mismo lugar, que sabían de las aventuras de don Quijote.
El cura llamó a Sancho por su nombre y le dijo:
–Amigo Sancho Panza, ¿dónde está vuestro amo?
Sancho decidió ocultar el lugar donde estába y dijo que se había quedado ocupado en cierta cosa muy importante.
–Si no decís dónde está ―dijo el barbero― pensaremos que lo habéis matado y robado, porque venís en su caballo.
–No me amenacéis ―dijo Sancho―, que yo no soy hombre que robe ni mate a nadie. Mi amo está haciendo penitencia entre estas montañas.
Luego les contó las aventuras que le habían sucedido y que ahora él llevaba una carta a la señora Dulcinea del Toboso, que era la hija de Lorenzo Corchuelo, de la que don Quijote estaba muy enamorado. Quedaron los dos admirados de lo que contaba Sancho Panza, porque, aunque ya conocían la locura de don Quijote, siempre les hacía mucha gracia.
Pidieron a Sancho que les enseñara la carta que llevaba a la señora Dulcinea del Toboso. Él les dijo que la tenía escrita en un cuaderno y que su amo le había pedido que alguien se la copiara en un papel. Le dijo el cura que él se la escribiría con buena letra. La buscó Sancho, pero no dio con ella. Con lo cual, le entró tal enfado que empezó a darse bofetadas en la cara y a tirarse de las barbas. El cura y el barbero le preguntaron qué le sucedía y Sancho les dijo: