Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 31



–De gente bien nacida es agradecer los beneficios que se reciben. En pago de lo que he hecho por vosotros, quiero que vayáis a presentaros a mi señora Dulcinea del Toboso y le contéis esta aventura de su Caballero de la Triste Figura.

En nombre de todos, respondió Ginés de Pasamonte:

–Lo que vuestra merced nos manda es imposible cumplirlo, porque no podemos ir juntos por los caminos, sino solos y por separado para que no nos encuentre la Justicia. Si lo desea, podemos rezar unas cuantas oraciones y dejar en paz el Toboso.

–¿Qué decís? ―gritó don Quijote muy enfadado―, hijo de puta, don Ginesillo de Paropillo, o como os llaméis, que debíais ir vos solo con toda la cadena a cuestas.

Pasamonte, que no aceptaba fácilmente las ofensas, al verse tratado de esa manera, avisó a los más galeotes, que se apartaron un poco y comenzaron a lanzar piedras a don Quijote, que no sabía cómo defenderse. Sancho se escondió detrás de su amo y así se libró de la lluvia de piedras.

Uno de los galeotes aprovechó que don Quijote había caído al suelo para quitarle la bacía de la cabeza y darle con ella tres o cuatro golpes en la espalda. Luego la golpeó contra la tierra hasta destrozarla.

Antes de huir les quitaron las ropas y se fueron cada uno por su lado para que no los encontrara la Justicia.

Don Quijote quedó triste al verse maltratado por los mismos a quienes tanto bien había hecho.

Capítulo XIX

La carta a doña Dulcinea desde Sierra Morena

Don Quijote, viéndose tan maltratado miró a su escudero y le dijo:

–Sancho, siempre he oído decir que hacer bien a villanos es echar agua en la mar. Si hubiera creído lo que me dijiste, nos hubiéramos ahorrado este disgusto; pero ya está hecho, paciencia. Aprenderemos para otra vez.

–Vuestra merced no aprenderá nunca ―respondió Sancho―. Pero ya que lo dice, créame ahora y vámonos, que la Justicia no sabe de caballerías andantes.

–Naturalmente ―dijo don Quijote―, eres cobarde. Pero esta vez seguiré tu consejo con la condición de que no digas nunca que me retiré de este peligro por miedo, sino por complacer tus ruegos. Si dices otra cosa, mentirás.

–Señor, el retirarse no es huir ―dijo Sancho― ni el esperar es cordura[99]; así que suba en Rocinante y sígame.

Subió don Quijote sin decir palabra y Sancho se dirigió a una parte de Sierra Morena, con la intención de esconderse algunos días para no ser hallados por la Justicia.

A don Quijote se le alegró el corazón al verse por aquellas montañas, que le parecieron apropiadas para las aventuras que buscaba. Recordaba los hechos que a otros caballeros andantes les habían sucedido en semejantes lugares solitarios y de duro caminar.