Зачарованные камни | страница 42
Ya es el verano, ni estación favorita, a pesar del calor que todo lo derrite y que te roba energías, pero que tiene la virtud de dejar prácticamente vacía la ciudad. La poca gente que se queda es la más joven y alegre, y vive fuera, en las calles y en los parques. Los olores son más intensos, y la ciudad adquiere un aspecto casi tropical.
Insisto en que deberías venir a pasar aquí aunque sea unos días, para experimentar un poco de todo esto. Te mando mis nuevas señas. Como ves, sigo siendo fiel a nuestra amistad, y no pierdo las esperanzas de que reanudemos el contacto.
5
Noviembre de 1996
Gracias por la postal. De modo que fuiste a París y no te las arreglaste para hacerme ni siquiera una visita de lechero. No creas que considero la postal como respuesta. Más bien la sentí como una especie de provocación, después de mis larguísimas cartas y tu silencio. No importa. Como sabes, nunca me hice ilusiones acerca de lo que significa la amistad.
Me alegra saber que te divertiste en París, aunque te diré que mi idea de diversión no es una noche de copas en el Moulin Rouge. Y celebro que tuvieras, como dices, tiempo para «una aventura exótica». (Mi traducción de eso sería un revolcón con un argelino, o algo por el estilo.) Lo que me parece un poco cómico es que le dieras tanta importancia a algo así, como para sentirte impelida a romper tu silencio y escribirme. Y eso me hace preguntarme cómo sera — cómo seguirá siendo — la vida sexual en Guatemala para una mujer joven y guapa como tú. Cuando pienso en eso, casi le agradezco a mi padre el sambenito del secuestro, que me expulsó de allá. No creas que esto es un jardín de rosas, pero aun con mis problemas (detesto el trabajo que acabo de conseguir, creo que Jeff tiene una amante) la simple idea de no estar allá me hace feliz. «¡Me he escapado, me he escapado!» — ése es mi estado de ánimo predominante cuando pienso en Guatemala.
Cómo corre el tiempo. Ya es otra vez el otoño. Dos años sin vernos. Misteriosamente, una hoja roja arrancada por una ráfaga de viento, me cayó ayer en la cabeza cuando atravesaba Tompkins Square, y me hizo pensar en ti.
Estoy considerando la posibilidad de mudarme y conseguir una compañera para compartir el alquiler, porque con Jeff la cosa ya no funciona. Intentaría persuadirte para que vengas a vivir conmigo, pero sé que fracasaría, de modo que no lo intentaré.
6
Marzo de 1997
¡De modo que te casas! Felicidades, aunque me cuesta creerlo. Recuerdo muy bien la vez que me dijiste que no te casarías nunca, porque no querías niños y los hombres eran una partida de cerdos. Yo estaba de acuerdo, desde luego, pero hoy en día veo a todo el mundo con un poco más de indulgencia. En cualquier caso, supongo que habrás elegido sabiamente, aunque no me has contado nada acerca de él. ¿Es rico y guapo, inteligente y gentil?