Desde Mi Cielo | страница 28



Estaba en el cenador, pensando en la foto, pensando en mi madre, cuando Lindsey se levantó en mitad de la noche y recorrió con sigilo el pasillo. La observé como a un ladrón dando vueltas por una casa en una película. Cuando hizo girar el pomo de mi habitación, supe que éste iba a ceder y que ella iba a entrar, pero ¿qué se proponía hacer allí? Mi territorio privado ya se había convertido en tierra de nadie en el centro de nuestra casa. Mi madre lo había dejado tal cual. Mi cama seguía deshecha, tal como yo la había dejado con las prisas de la mañana de mi muerte. Entre las sábanas y almohadas estaba mi hipopótamo floreado, junto con la ropa que había rechazado antes de decidirme por los pantalones amarillos de pernera ancha.

Lindsey cruzó la suave alfombra, y acarició la falda azul marino y el chaleco de ganchillo rojo y azul enmarañados que habían sido rechazados con pasión. Cogió el chaleco y, extendiéndolo sobre la cama, lo estiró. Era feo y querido al mismo tiempo, me daba cuenta. Ella lo acarició.

Lindsey recorrió el contorno de la bandeja dorada de encima de mi cómoda, llena de chapas de las elecciones y del colegio. Mi favorita era una chapa roja en la que se leía «Hippy-Dippy Says Love» que había encontrado en el aparcamiento, pero le había prometido a mi madre que no me la pondría. En esa bandeja yo guardaba un montón de chapas prendidas a una gigantesca bandera de fieltro de la Universidad de Indiana, donde había estudiado mi padre. Pensé que iba a robármelas o a llevarse un par para ponérselas, pero no lo hizo. Ni siquiera las cogió. Sólo recorrió con un dedo todo lo que había en la bandeja. Luego vio una esquina blanca que asomaba por debajo de la ropa interior. Tiró de ella.

Era la foto.

Respiró hondo y se sentó en el suelo, boquiabierta y con la foto todavía en la mano. Se sentía como una tienda de campaña cuyas cuerdas se han soltado de sus palos y se agitan y golpetean a su alrededor. Como yo antes de la mañana en que tomé la foto, ella tampoco había visto nunca a la madre desconocida. Sólo había visto las fotos siguientes. Mi madre con aire cansino pero sonriente. Mi madre con Holiday delante del cornejo, con el sol traspasándole la bata y el camisón. Pero yo había querido ser la única persona de la casa que supiera que mi madre era también alguien más, alguien misterioso y desconocido para nosotros.


La primera vez que rompí la barrera fue sin querer. Era el 23 de diciembre de 1973.