Anghara | страница 2
Índigo ha derrotado a seis demonios; demonios que procedían del interior de su espíritu, cada uno de los cuales se ha reflejado en las tierras y las gentes que ha conocido. Pero en estos momentos está dejando atrás el recuerdo de esas tierras, ya que la única esperanza, que la ha impulsado siempre adelante, que ha inspirado cada una de sus misiones y cada una de sus pruebas, se encuentra finalmente a su alcance. Durante cincuenta años se ha aferrado a la seguridad de que su gran amor, Fenran, seguía con vida... y por fin sabe dónde lo encontrará.
Índigo regresa a casa. Regresa al país del que fue exiliada, al reino de su propio padre. Otra familia real gobierna ahora desde el trono de Carn Caille, y no queda nadie que pueda recordar a la joven y temeraria princesa que acarreó tal desgracia a su hogar. O casi nadie... pues en estas islas, en la árida tundra que separa los exuberantes pastos verdes de la helada inmensidad del desierto polar, índigo sabe que Fenran espera. Espera a que ella lo libere de medio siglo de existencia en el limbo, para volver a vivir, para volver a amar. Este es el viaje definitivo, y la conduce hasta aquello que más anhela su corazón.
Ha derrotado a seis demonios... pero los demonios eran siete. Todavía queda uno. Y en su impaciencia, en su alegría ante la reunión que la aguarda, a lo mejor ha olvidado que aquello que pueda encontrar fuera de sí misma, también debe buscarlo en su interior....
CAPÍTULO 1
—De modo que ahora lo ves. —El fornido marinero scorvio movió el brazo en un gesto que abarcaba todo el cielo oriental, y su agradable rostro curtido por el sol se arrugó en una mueca de satisfacción—. Nubes altas que pasan a toda velocidad, como colas de caballo, con las otras nubes grandes detrás... ¿cómo dices que las llaman en tu idioma?
La mujer que se encontraba junto a él ante la barandilla del barco le devolvió la sonrisa.
—Cúmulos.
—Cúmulos. Sí. Uno de estos días lo recordaré. —Le dio una palmada amistosa en el hombro que la hizo tambalearse hacia atrás—. Bueno, sea como sea, lo ves. Colas de caballo arriba, cúmulos abajo, y todas moviéndose contra el viento. Eso quiere decir que ahí está. Gran tormenta, vendaval, lluvia, todo. —Su sonrisa se ensanchó como si disfrutara vivamente con la perspectiva—. Te apuesto algo, ¿eh? ¿Cuánto tardará el patrón en correr bajo cubierta y gritarnos que aseguremos las escotillas y nos ocupemos de que las escotas estén bien sujetas? Apuesto veinte karns. ¿Eh? ¿Aceptas mi dinero?