Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 22
–Señor caballero, yo no tengo necesidad de que me ayude en ninguna venganza, que eso lo sé hacer yo. Sólo necesito que me pague el gasto que ha hecho en la venta, tanto de la paja y cebada de los animales como de la cena y la cama.
–Entonces, ¿esto es una venta? ―dijo Quijote.
–Y muy honrada ―respondió el ventero.
–Engañado he vivido hasta aquí ―dijo don Quijote― porque yo pensé que era castillo, siendo así, tendréis que perdonarme el pago, porque no puedo ir en contra de las leyes de los caballeros andantes, que jamás pagaron posada ni otra cosa en donde estuvieran.
–Poco tengo yo que ver con esto; págueme y dejémonos de cuentos y caballerías ―dijo el ventero.
–Sois un estúpido y un mal ventero ―dijo don Quijote.
Dicho esto, subió al caballo y salió de la venta, sin que nadie lo detuviera, y él sin mirar si le seguía su escudero.
El ventero quiso cobrar[69] de Sancho Panza, pero dijo lo mismo que su amo, que para él tambien valían las leyes de la caballería.
Quiso la mala suerte que en la venta hubiera gente alegre y juguetona que decidió divertirse con Sancho. Fueron hacia él y lo bajaron del asno. Uno de los hombres trajo una manta y, puesto Sancho en el centro, comenzaron a levantarlo en alto y a reírse de él.
Las voces de Sancho llegaron a oídos de don Quijote, que volvió a la venta a ver qué le sucedía a su escudero. Cuando vio lo que sucedía, comenzó a decir tantos y tales insultos que es mejor no escribirlos. Pero los hombres no paraban de mantearlo, hasta que se cansaron y lo dejaron en suelo. Le trajeron el asno y lo subieron encima porque él no podía moverse.
Sancho rogó a Maritornes que le trajera un vaso de vino y, una vez bebido el vaso, salió de la venta muy contento de no haber pagado nada, aunque el ventero se quedó con las alforjas en pago de lo que se le debía, sin que Sancho las echara de menos por lo mareado que estaba.
Capítulo XV
La aventura de los rebaños de ovejas
Llegó Sancho adonde estaba don Quijote y al verlo le dijo:
–Ahora creo, Sancho bueno, que aquel castillo o venta está encantado, porque los que se han divertido contigo, ¿qué podían ser sino fantasmas y gente del otro mundo? Lo sé porque no pude ni bajar del caballo para vengarme, y es que me tenían encantado.
–Yo también me hubiera vengado, pero no pude. Aunque yo creo que los que se han burlado de mí no eran fantasmas, sino hombres de carne y hueso, y todos tenían sus nombres, como nosotros. Lo mejor sería volvernos a casa, ahora que es tiempo de la siega, y cuidar de nuestra hacienda en vez de andar de la ceca a la meca