Зачарованные камни | страница 38



Mi madre me ha obligado a inscribirme en una escuelita de música llamada The Music Box, creo que sólo porque se encuentra a la vuelta de la esquina. La escuela me parece malísima, de lo más retrógrada, de verdad, con momias en lugar de profesores, que creen que la historia de la música terminó hace casi un siglo, más o menos con Brahms. En Downtown — la parte baja y más vieja de Manhattan — las hay mucho mejores, con programas acerca de Cage, Cowel & Company. Pero mi madre dice que no quiere tener que preocuparse porque yo ande viajando en el subterráneo o en autobús. La verdades que quiere mantenerme alejada de Downtown, que le parece territorio de perdición. Pero ése es el barrio que más me gusta, y adonde pienso mudarme en cuanto pueda. (O sea, inmediatamente déspues de mi próximo cumpleaños.)

Mientras tanto, recibo clases de piano, flauta y solfeo todas las mañanas. Por las tardes, mi madre me pone a practicar (hay un piano de media cola en el apartamento) y más tarde me lleva a una clase de danza un día, y al otro, a una de gimnasia. Así fuimos a Downtown la primera vez, porque allí se dan las clases de danza más innovadoras, como las de técnica de contact y release. Pero, como en una de estas clases era principalmente cosa de revolcamos todos por el suelo y tocarnos por todas partes (y aunque los bailarines te dirán que no hay nada sexual en todo eso, que sirve solamente para «hacer correr las energías», algo tiene de sexual, no creas que no), mami resultó escandalizada. Llegó a usar la palabra «degenerado» al referirse al profesor, y ahora la usa al referirse a los habitantes de la isla que viven al sur de la Calle 34.

No me gusta el barrio donde vivimos, el Upper East Side, que, abstracción hecha del paisaje de edificios, podría ser la Cañada, en cuanto al clima mental. Claro que no deja de ser Nueva York, pero la acción ocurre en otra parte. Te lo repito, ven a verme si puedes. Hay sitio en el apartamento, si quieres quedarte con nosotros, así que si no tienes dinero para el pasaje, intenta conseguirlo. Yo creo que vale la pena el esfuerzo.

2

Diciembre de 1995

¡Feliz Año Nuevo!

Hace casi tres meses que te escribí, y todavía no tengo noticias tuyas. Ojalá tuviera un número de fax a donde mandarte ésta, pero qué le vamos a hacer.

Aquí mi vida sigue sufriendo transformaciones. En primer lugar, el escándalo de mi padre ha alcanzado proporciones gigantescas. En noviembre, mi tío, el hermano de mi madre, nos envió algunos periódicos locales, así que supongo que ya te habrás enterado. Y espero que tu silencio no se deba a que estás demasiado horrorizada por el hecho de que tu mejor amiga de la infancia resultara ser la hija de un secuestrador.