Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha | страница 24
Los pastores le daban voces para que parara, pero él no hizo caso. Entonces sacaron sus hondas[75] y comenzaron a tirarle piedras. Una de ellas le rompió dos costillas.
Don Quijote se acordó del bálsamo, sacó la aceitera y bebió unos tragos; pero antes de terminar de beber le alcanzó otra piedra que rompió la aceitera y le quitó tres o cuatro dientes. Fue tal el golpe, que don Quijote cayó del caballo. Los pastores, que creyeron que lo habían matado, recogieron su ganado a toda prisa y se fueron.
Cuando Sancho vio que se habían ido los pastores, se acercó a don Quijote y le dijo:
–¿No le decía yo, señor don Quijote, que no eran ejércitos sino rebaños de ovejas?
–Sin duda ―dijo don Quijote― que todo esto es un encantamiento, amigo Sancho. Seguro que ahora mismo son ya ejércitos de hombres, como te he dicho.
Quiso Sancho curar a su amo y fue a buscar las alforjas para coger lo necesario. Al descubrir que no las tenía, casi se vuelve loco: pensó en volver a su casa aunque perdiera el salario y la ínsula prometida.
Cuando don Quijote vio a Sancho tan preocupado, le dijo:
–Has de saber, Sancho, que todas estas desgracias son señal de que pronto sucederán cosas buenas porque no es posible que el mal ni el bien duren siempre. Y así, como el mal ha durado mucho, el bien está ya cerca.
–Sí, pero me faltan las alforjas ―dijo Sancho.
–Entonces no tenemos nada para cenar ―dijo don Quijote.
–Así sería ―dijo Sancho― si no hubiera por aquí hierbas que vuestra merced dice que conoce.
–Con todo ―dijo don Quijote―, yo tomaría mejor un buen trozo de pan y dos sardinas que cuantas hierbas existen. De todas formas, sube en tu asno y sígueme, que Dios da de todo y hace salir el sol sobre los buenos y los malos.
–Mejor era vuestra merced para predicar ―dijo Sancho― que para caballero andante. Vámonos ahora de aquí y busquemos un lugar en que alojarnos esta noche donde no haya mantas que me suban por los aires ni fantasmas.
–Pídeselo tú a Dios, hijo ―dijo don Quijote―, y guía tú por donde quieras; que esta vez seré yo quien te siga a ti. Pero antes mira bien cuántos dientes y muelas me faltan.
Metió Sancho los dedos en la boca y le dijo:
–Pues en esta parte de abajo no tiene vuestra merced más de dos muelas y media; y en la arriba, ni media, ni ninguna.
–¡Mala ventura la mía! ―dijo don Quijote―. Más quisiera haber perdido un brazo, siempre que no sea el de la espada. Porque te hago saber, Sancho, que la boca sin muelas es como un molino sin piedra